No se puede desviar el cauce de un río de manera permanente. Sólo necesita una pequeña tormenta para que la fuerza del agua reconquiste su camino.
Parecía que todo estaba ya dicho, que disfrutar de mi carrera profesional asentada en el entorno industrial y técnico, suponía haber renunciado ya a la escritura.
Sin embargo, bastó una pequeña tormenta para que a pesar de todo, la necesidad de contar historias, me hiciese empezar casi con miedo a escribir de nuevo.
Silenciosa y casi en secreto, empezó a crecer una novela “Tejiendo Sueños”. El título me lo regaló Mara, que fue la que con más insistencia reivindicó que contase su historia, porque estaba segura de que el mundo está lleno de personas cargadas de dudas y asustadas, que sufren sintiéndose solos.
Los demás fueron más tímidos, pero los podía ver en cada niño, cada joven, cada mujer, cada anciano con el que me cruzaba en la calle, intercambiaba unas palabras en el ascensor, compartía una conversación amable en una sala de espera…